El pasado jueves 24 de Octubre nos adentramos
en la República Democrática del Congo, uno de los países más grandes de este
continente, con unas dimensiones de cuatro veces y media España. Y casi con
toda seguridad, también, uno de los más ricos en recursos naturales.
Nos adentramos de la mano de Jean-Baptiste, un sacerdote católico congoleño, que estos días se encuentra en nuestro país, y que muy amablemente aceptó la invitación de nuestras profesoras para acercarse un día a nuestro instituto.
Jean-Baptiste nos contó, en un perfecto
castellano, la verdadera realidad de su país. Nos mostró y nos ayudó a entender,
de esa forma en que solamente pueden hacerlo aquellas personas que lo han
vivido de primera mano, cómo se había llegado hasta la situación en que se encuentra su país en este momento, qué
intereses de países extranjeros mueven los hilos, y qué información es la que
nos llega mediatizada por los medios de comunicación.
Aún así, de la R.D. del Congo nos quedamos
con esa riqueza viva. Con la riqueza de sus 300 etnias, o “grupos culturales”,
como los llamaba Jean-Baptiste. Nos quedamos con la convivencia efectiva de
religiones venidas de fuera con las creencias religiosas ancestrales africanas.
Nos quedamos con la importancia de la música originaria congoleña como forma de
afrontar y de sentir la vida.
“Vamos a hacer un ejercicio”- nos propuso
Jean-Baptiste. “Coged vuestro móvil, y miradlo fijamente. Sin daros cuenta
tenéis ante vosotros una parte de la R.D del Congo. Síii, ese famoso coltán del
que están hechas las baterías de nuestros teléfonos…” Los diamantes, el
petróleo, el oro, diferentes minerales,… son algunos de los recursos con los
que cuenta el país, tristemente expoliados por los blancos a lo largo de la
historia, convirtiendo de esta forma a uno de los países más ricos del mundo en
una de las poblaciones más pobres.
A medida que nos hacía partícipes de
curiosidades, anécdotas, vivencias de su país, incluso de su propia vida,
Jean-Baptiste nos iba contagiando su positivismo, su alegría y su esperanza en
la juventud de su amado país. Fuimos capaces de descubrir la lejana realidad, y
sobre todo, fuimos capaces de compartir el corazón de un congoleño.
Gracias Jean-Baptiste!!
Y a vosotros, queridos lectores del blog,
pronto más novedades.
HASTA LUEGO LUCAS!!